Quiénes somos

Confiterías Emilio Marín, somos una empresa familiar creada en 1945 por los abuelos de los actuales propietarios. En un inicio, y habida cuenta de la situación económica general, se trataba tan sólo de una panadería artesana. En aquellos tiempos, el consumo de pan en los hogares era muy importante y era la base fundamental en la alimentación de las familias. Las masas se hacían con crecientes naturales que se amasaban a mano en artesas de madera y se dejaban fermentar durante toda la tarde, para empezar a fabricar el pan por la noche. El pan se fabricaba y fermentaba por medios naturales durante toda la noche, para que por la mañana temprano ya estuviera preparado el fruto del trabajo, que con tanto esmero hacían, aquellos hombres y mujeres.

En un origen, nuestra panadería tenía su centro de trabajo en la actual calle del Cañón. Aunque los hornos donde se fraguaba el pan estaban situados en la Cuesta de la Baronesa, muy próximos, o literalmente sobre lo que hoy es el orgullo de las ruinas arqueológicas de nuestra ciudad, el anfiteatro romano.

Así, pasados los años, la empresa se fue adaptando a los cambios que iban modificando el entorno urbanístico de nuestra ciudad. El centro de Cartagena, de haber sido el centro neurálgico de todo comercio que se preciase, estaba empezando a despoblarse en beneficio de otras barriadas por donde Cartagena, empezaba a crecer. De esta forma ocurrió que el negocio familiar se trasladó, a inicios de los 60, a su actual emplazamiento, en la calle Ángel Bruna, donde se empezó a fraguar el germen de lo que hoy en día es la confitería Emilio Marín.
Al principio no fue nada fácil. La ciudad no era ni mucho menos como la conocemos hoy en día. Ninguno de los edificios de la actual Ángel Bruna existían. Baste decir, como breve reseña histórica, que la calle no estaba ni asfaltada, y los clientes tenían que acceder al establecimiento a través de tablones dispuestos a tal efecto. Asimismo, era habitual, en aquellos tiempos, ver rebaños de cabras que llevaban su leche recién ordeñada a los vecinos de la zona. ¡¡Quién te ha visto y quién te ve!!

Poco a poco, la ciudad fue evolucionando y así los gustos de nuestros clientes y amigos también. Nosotros lo único que hicimos fue adaptarnos a estos cambios y evolucionar como lo hacía nuestro entorno. Así las cosas, se empezó a hacer pastelería. A nuestro surtido de pan y bollos caseros, se empezó a añadir un sinfín de surtido en pastelería, rellena con nuestra crema casera, y con las mejores natas del mercado, en un objetivo que ya empezaba a forjarse como una lucha por la excelencia, en un trabajo bien hecho, con las mejores materias primas a nuestro alcance y siempre con las técnicas más depuradas y con las condiciones higiénico sanitarias más exigentes. Se empezaron a hacer nuestras magdalenas y bizcochos caseros, las pasta floras, etcétera…

En nuestra ciudad, y a tenor de haber sido centro de reclutamiento de la zona marítima del Mediterráneo, y haber sido consulado de varios países como Francia… debido, precisamente a nuestra importancia estratégico-militar, evidentemente hablamos del siglo pasado y anteriores, hemos recibido muchas influencias del exterior, y también en nuestra forma de trabajar y de entender la pastelería, ya que hemos tenido la oportunidad de conocer a gentes venidas de todas partes de España y del mundo, que nos han dejado un legado de conocimiento que estamos obligados a mantener en valor, porque al final esto es lo que somos, aparte de artesanos de la panadería y la pastelería, somos portadores de unas costumbres y de unos conocimientos de los que tenemos el orgullo de trasladar y transmitir, cada día a todo aquél o aquella que a bien tenga la ocasión de entrar en nuestro establecimiento.

Pronto llegamos a la modernidad, sube el nivel de vida, la mujer se incoropora al mercado laboral, se está en pleno auge económico y social, pero ahora no hay tiempo para nada. Aquí nace nuestra sección de comidas para llevar. Una sección que empezó, con gran aceptación, los fines de semana y fiestas señaladas ( Navidades…), acabó por implantarse, en su propia sección dentro de nuestro establecimiento y con unas cocinas exclusivamente dedicadas a hacer las delicias de nuestros clientes.

Hoy en día, los nietos de aquéllos que fundaron la confitería, intentamos poner a un estableciemiento que lleva toda la vida en candelero, a la cabeza de nuestro sector, estando siempre al corriente de todas las técnicas necesarias para nuestro trabajo. Así, se creó nuestra sección de heladería y nuestra sección de bombonería, que en la actualidad rinden a satisfacción y con la confianza de trabajar con todos los medios a nuestro alcance y las mejores materias primas del mercado.

Esperamos estar a la altura de todas las personas con cuya ayuda y/o conocimiento han colaborado e impulsado a esta empresa, pequeña, familiar, de Cartagena, y que esperamos ser dignos de la confianza de todos aquellos y aquellas, que como usted, hoy leyendo esta sencilla presentación, quieran que pasemos a formar parte de su día a día.

Os esperamos en la calle Ángel Bruna, 36, frente a los juzgados.

Un cordial saludo de todos los que formamos parte de esta pequeña empresa familiar.

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